Elecciones europeas en España: Una lectura interesada pero no partidista

Las elecciones europeas del pasado domingo han sido una debacle para los dos grandes partidos, debacle ganada a pulso ya que ambos se han especializado en frustrar las esperanzas de aquellos que les pagan -extraordinariamente bien- y les aguantan.

El hecho de que la abstención se haya mantenido en un nivel similar al de las anteriores elecciones europeas quita una excusa: La desafección de la política y de los políticos ha llevado a muchos a abstenerse. No; ha habido un claro desplazamiento…otra cosa es que parte del mecanismo para ese desplazamiento consista en que muchos votantes asqueados hayan dejado de votar y otros que no lo hacían se hayan dejado llevar por mensajes populistas provocando el desplazamiento.

Quizás el hartazgo de corrupción, de gente que ha aterrizado en la política porque tenía amigos y no valía para otra cosa y de engaños ha conducido a este resultado. Quizás aún estamos en un proceso similar al griego donde el bipartidismo voló en pedazos y donde los bandazos entre un partido nazi y uno de extrema izquierda, tan difíciles de comprender para los políticos, son muy fáciles de entender para cualquiera que sea capaz de ver cómo, más allá de las etiquetas, ambos supuestos extremos se parecen mucho entre sí.

Del PSOE poco se puede decir: Está pagando todavía el precio de haberse puesto en manos de un inepto sectario, tan inepto que pretendió que nadie alrededor le hiciese sombra y se rodeó de gente aún más inepta que él mismo. Después de eso, no se hizo la limpieza profunda que viene siendo necesaria desde los años finales del felipismo. Por añadidura, los casos más escandalosos de corrupción se encuentran entre los suyos y sindicatos afines. ¿Es extraño que el electorado le haya vuelto la espalda?

El PP, por su parte, tiene una historia con demasiados paralelismos con el PSOE para no ser identificado por muchos como la misma cosa: Los últimos años del felipismo y la ola de corrupción impune que los marcó -su «he entendido el mensaje» de 1993 mostró ser absolutamente falso- dio lugar a que la llegada del PP fuera saludada por muchos con el mismo entusiasmo que la llegada del PSOE 14 años antes. Habría que añadir que con los mismos resultados. Se acusó mucho a Aznar de soberbia y prepotencia pero Aznar mostró ser fuerte con los débiles y débil con los fuertes: La independencia de la justicia, destrozada bajo el PSOE, no sólo no se recuperó sino que su dependencia política recibió alguna vuelta de tuerca más, no se cerró el modelo de Estado como también se había prometido y lo único positivo que quedó de la época fue una bonanza económica basada en el ladrillo y, por ello, frágil y falsa como los hechos mostrarían mas adelante. Su torpeza y la instrumentación por otros -si no algo más- del 11M hizo el resto para expulsarlo del poder.

En 2011 se puso una vez más en evidencia que en España no se eligen gobiernos sino que se echa al que ya resulta insoportable. De otra forma resultaría difícilmente creíble que un personaje como Rajoy pudiera acceder a la Moncloa -aunque después de lo de Zapatero cualquier cosa es creíble- y cómo su inacción, vagancia o «manejo magistral de los tiempos», como dicen sus partidarios, ha conducido al hartazgo de propios y ajenos. Por supuesto, eso sin contar con que el PP se presentó como la regeneración necesaria tras Zapatero y ha traído su propia carga de corrupción y de ineptos en posiciones claves.¿Nos extrañaremos también de que sus electores le vuelvan la espalda?

Días después de las elecciones, salió la noticia de que el asesor-factotum del PP, Pedro Arriola, tenía encuestas previas que prácticamente clavaban los resultados que salieron. La idea de Arriola ha sido siempre que «España es sociológicamente de izquierdas» y que, por tanto, lo mejor que puede hacerse es «no despertar al dragón». Si ésta es la idea -y desde luego las actuaciones o falta de ellas así parecen mostrarlo- ese señor no debería estar ni un minuto más en un partido al que invita a presentarse acomplejado y casi pidiendo perdón por existir. No hay batalla ideológica entre los grandes: La campaña centrada en los agricultores de Arias Cañete recuerda demasiado a los famosos garbanzos de Fraga y el feminismo de Elena Valenciano, que probablemente desconoce que su partido votó en contra del voto femenino en la II República, es tan inane como lo ha sido toda la campaña.

Izquierda y derecha civilizada pueden debatir porque sus objetivos son los mismos aunque los medios promovidos sean distintos. Sin embargo, el tiempo ha llevado a que las etiquetas mismas de izquierda o derecha queden vacías y que sean atribuidas a alguien más por razón de con quién se junta que por razón de qué hace.

Sobre UPyD, Ciudadanos y VOX, lo primero que habría que decir es que sus líneas de programa son tan parecidas con algunos matices que es difícil de explicar por qué no se funden en una única candidatura lo que, sin duda, habría dado bastante mejor resultado. ¿También en este nivel afecta el fenómeno del personalismo y de quién es quien tiene que salir en la foto? Cierto que UPyD, aunque sea de forma marginal, ya ha tocado poder y, sobre todo en los últimos tiempos, se ha comportado como lo que era en el momento de su aparición: Un PSOE en el exilio. Aunque ya ha tenido tiempo para desarrollarse como organización, el partido parece no ser otra cosa que la agrupación de aplaudidores oficiales de su jefa de filas y lo mismo cabe decir de Ciudadanos.

En cuanto a VOX, es el perfecto paralelismo de UPyD en el sentido de ser, y además de forma declarada, el PP en el exilio hasta el punto de invitar a Aznar a actos electorales. Izquierda Unida, a pesar de convertirse cada vez más en un partido antisistema, sigue teniendo sus propios asuntillos de corrupción mano a mano y en los mismos sitios que el PSOE pero, cuando hay una mayoría de gente que está harta tanto del Gobierno en ejercicio como de lo que se entiende que sería el recambio razonable, los antisistema hacen su agosto, tanto si es en la versión de extrema izquierda como si lo es en la bolivariana, filoetarra o nazionalista.

Los resultados no anticipan nada bueno. Cierto es que los resultados europeos -circunscripción única- no son extrapolables a unas elecciones generales donde la infame ley D’Hont fuerza el bipartidismo mucho más allá de lo razonable pero hay un aviso muy serio:

Basta con ver la composición del Congreso en los años comprendidos entre 1977 y 2000 para ver que ha habido una clara degeneración del perfil del político. En su mayoría, estén en el partido que estén, no son ya profesionales de alto nivel que entran a la política por ideales sino funcionarios de su partido, que no han trabajado en otra cosa en toda su vida y que no aportan más que la astucia en el pasillo y la sonrisa con la navaja escondida. Personajes como Celia Villalobos, Leire Pajín, Zapatero, Bibiana Aido, Ana Botella o los portavoces o secretarios de organización de los grandes partidos no son ya una rareza de la especie sino una prueba del ínfimo nivel a que hemos llegado.

No hay debate de ideas entre los grandes partidos. En un caso, se sustituyen las ideas por viejos clichés de principios del siglo pasado y en el otro la cobardía y los complejos de sus dirigentes llevan a no plantear tampoco ningún debate por si acaso lo pierden.

Campo abonado para demagogos peligrosos como bien ha dicho Felipe González quien, se esté de acuerdo o no con él, algo sabe de esto.

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s