«Some reflections on the loss of the Titanic» de Joseph Conrad (1921): Versión en español «El Titanic».

Joseph Conrad alcanzó el grado de universalmente conocido con El corazón de las tinieblas pero, además, fue un experto marino y buena parte de su obra novelística está centrada en el mar. El naufragio del Titanic no podía dejarlo indiferente y el libro -traducido al español como El Titanic y editado por Gadir- es una crítica tanto a una evolución tecnológica ciega como al proceso de investigación posterior. Éstos son los puntos que un siglo después de que se hundiera el Titanic siguen estando de actualidad tanto en otras formas de transporte como el aéreo como en el propio transporte marítimo con casos como el del Costa Concordia, casi tres veces más pesado que el Titanic.

En la prensa de la época se hizo tanto énfasis en que el Titanic era insumergible como se ha hecho más recientemente en que algunos aviones no podían entrar en pérdida. En uno y otro caso, tal alegación se apoyaba, como los hechos han demostrado, en un optimismo técnico injustificado.

En el Titanic los supuestos compartimentos estancos garantizaban que, en caso de que uno de ellos se inundase, los demás mantendrían a flote el barco. Naturalmente, si en lugar de una colisión lo que se produce es un desgarro longitudinal que pueda afectar a varios de los compartimentos, la flotabilidad deja de estar garantizada. Si, además, los compartimentos no son estancos hasta la cubierta sino sólo hasta una altura que pueda ser rebasada por la inundación de uno de ellos o por la inclinación del barco…resulta que los compartimentos no son estancos y el barco se puede hundir como efectivamente ocurrió.

En cuanto a la supuesta solidez de los grandes barcos, Conrad plantea algo tan simple como que es posible hacer una caja de galletas de una enorme solidez pero el grosor de las paredes no puede ir creciendo de forma proporcional al tamaño y, en consecuencia, un barco de grandes dimensiones resultaría, a pesar de su aspecto imponente, mucho menos sólido que uno mucho más pequeño y construido con la voluntad de hacerlo resistente. En palabras de Conrad, una perfecta muestra de la moderna confianza ciega en los materiales y artilugios.

La forma en que la responsabilidad queda diluída tanto en los hechos como en la investigación posterior queda representada en una frase referida a las sociedades de responsabilidad limitada: No tenían almas que salvar ni cuerpos a los que patear y que, de ese modo, salían indemnes de este mundo y del otro de todas las sanciones efectivas impuestas por una conducta consciente. La descripción está escrita en 1921 pero bien podría haberlo sido ayer.

También tiene su apartado relativo a la costumbre de culpar al que está más cerca bajo etiquetas como «error humano», «complacencia», «falta de formación» y tantas otras variantes para conseguir que pague el pato el que estaba más cerca en el momento del accidente: Se alegaba que el barco era insumergible, siempre que se gobierne de acuerdo a la nueva náutica.

Al traductor de la versión española se le ha escapado algún nudos por hora como muestra evidente de que aún no ha calado el concepto de que el nudo es una unidad de velocidad y no de longitud y, nuevamente, Conrad plantea un principio que también es de aplicación hoy: Hay un punto en que el progreso, para ser un verdadero avance, ha de variar ligeramente de rumbo:  La historia de la evolución humana puede medirse en términos de degradación del conocimiento individual. Autores que se encuentran entre sí en las antípodas ideológicamente como Thomas Sowell en Knowledge and Decisions y Richard Sennett en The Corrosion of Character han denunciado este simple hecho de forma separada. A medida que va creciendo la complejidad del mundo en que nos encontramos, ese deterioro del conocimiento individual a través de la especialización extrema conduce a que cada uno pueda ver su árbol -cuando no su pequeña ramita o su hoja- pero nadie se capaz de ver el bosque, tal vez y siguiendo el paralelismo, menos que nadie quienes tienen intereses en el negocio de la madera como, por ejemplo, políticos y asimilados.

La descripción que Conrad hace del Titanic se parece mucho a la que mucho más recientemente se ha hecho del Costa Concordia y, en general, de los grandes cruceros: dirigido por una especie de sindicato de hostelería compuesto por el jefe de máquinas, el sobrecargo y el capitán. Un siglo después del naufragio del Titanic se siguen discutiendo los mismos temas y en idénticos términos. ¿Para qué ha servido el siglo transcurrido y las víctimas del Titanic?

En cuanto al diseño o a la evaluación de riesgos…unos simples cálculos cuando están desasistidos de imaginación y llegan a hacerse señores del sentido común resultan los más engañosos ejercicios del intelecto. 

Desde que Conrad escribió su libro, han transcurrido 91 años. La tecnología ha avanzado mucho en esos años pero, paradójicamente, los hechos denunciados y la mentalidad que llevan detrás siguen de plena actualidad.

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