Categoría: Cine y teatro
¿Puede un líder ganar su reconocimiento no ejerciendo como tal?
Una pregunta previa: ¿Has visto el final del Concierto de Año Nuevo con la Marcha Radetzky?
Sin duda, este año ha ocurrido algo totalmente anómalo: Mientras sonaba la música, excepto un momento al final, el director, Daniel Barenboim, se dedicó a saludar a todos los músicos de la orquesta: http://youtu.be/P9A0cWAm70Q . La marcha, como siempre, sonó extraordinariamente pero el director estaba otra cosa.
No es el primero que hace algo parecido pero sí el que lo hace durante más tiempo. Hace unos años, Carlos Kleiber, quien tiene con la Filarmónica de Berlín una de las mejores versiones grabadas que pueden encontrarse de la Séptima de Beethoven, tuvo momentos en que, simplemente, se apoyaba en la barra y quedaba, como un espectador más, disfrutando de la música.
Para poner ambas actuaciones, la de Kleiber y sobre todo la de Barenboim, en contexto hay que entender cómo funciona la Filarmónica de Viena: Entre su ya largo anecdotario, figura la ocasión en que se fue la luz y la orquesta siguió tocando para, a continuación, preguntarse los músicos si el director habría seguido dirigiendo. Para los músicos de esta excepcional orquesta, un buen director es visto como un «colega» y no como alguien que se sitúe en un plano superior.
Barenboim, al no dirigir la marcha Radetzky y mostrarlo de forma ostentosa, quiso dar un reconocimiento público a la orquesta en una actuación y en un momento de ésta de especial significado. Sin duda, esa prueba de confianza le habrá ganado, si no la tenía ya antes, la categoría de «colega» y el deseo por parte de los miembros de la orquesta de brillar al máximo cada vez que Barenboim se coloque frente a ellos. Que, además, Barenboim sea capaz de decir que el mejor Concierto de Año nuevo «ha sido y será» uno que fue dirigido por Karajan no le sitúa en un plano inferior. Todo lo contrario. Una lección que sería interesante que aprendieran muchos dirigentes políticos y empresariales.
«El vuelo» o el gusto de los directores por las utopías en aviación
Lo confieso: Ha habido un momento en que he empezado a ver películas en las que un avión tiene un papel más o menos protagonista para ver cuántas barbaridades imposibles se veían. El record, por ahora, lo lleva una película de la que ni recuerdo el título pero con un logro fuera de lo común: Una niña, sola en la cabina de un avión en vuelo, después de que alguien le diga que no puede desconectar el piloto automático -tampoco se sabe por qué- consigue lo imposible por el expeditivo procedimiento de golpear con un bate de baseball sobre el indicador luminoso. Chapeau.
Aviador tiene también una bonita escena, por cierto parecida a una que puede verse en El vuelo en la que un avión va cortando los tejados de las casas como si fueran de mantequilla y -atención- ello lo hace no sólo sin romper el ala sino sin alterar lo más mínimo su rumbo mientras va cortando tejados. En 2012, protagonizada por un Nicholas Cage con una cara de susto permanente, un avión a punto de estrellarse va arando el suelo con la punta de una de las alas sin que, de nuevo, el ala se rompa ni el impacto haga girar al avión clavando el morro en el suelo.
Siempre es admisible que haya ciertas licencias en el cine como, por ejemplo, el ADN de dinosaurio en un mosquito mantenido en ámbar de Parque Jurásico pero un poco más de documentación tampoco vendría mal.
En El vuelo, con una buena actuación de Denzell Washington en una película que se puede hacer larga y aburrida, hay algo más que licencias: La película se inspira lejanamente en el accidente del vuelo Air Alaska 261 pero con algunas diferencias importantes. En el vuelo tomado como inspiración, el estabilizador horizontal -la parte horizontal de la cola- quedó suelto debido al fallo de la pieza que explican al final de la película en lugar de quedar bloqueado. Si la pieza hubiera quedado bloqueada, como en la película, es probable que hubieran mantenido bastante control utilizando los controles convencionales para contrarrestar la superficie bloqueada pero supongamos que no. Supongamos que la cola del avión ha quedado bloqueada en la posición incorrecta y que no hay forma de contrarrestar el hecho…el avión no habría entrado en picado sino que habría seguido cambiando de dirección -es lo mismo que si en un coche a la salida de una curva no se endereza el volante- hasta que, en caso de que la estructura hubiera aguantado, hubieran conseguido su bonito vuelo invertido sin necesidad de hacer nada…eso sí, el vuelo invertido lo habrían conseguido tras un bonito looping exterior con lo que el avión estaría volando en sentido contrario del que llevaba al inicio.
Olvidemos ese pequeño detalle y concedámoslo también como licencia cinematográfica…supongamos que el avión ha picado y cuando está apuntando al suelo el piloto inicia el giro que les dejaría volando cabeza abajo. ¿Alguna idea de la pérdida de altura que en un avión no acrobático y de ese tamaño representa la maniobra? No especulemos; basta con ver este video en que el piloto de pruebas de Boeing Tex Johnston hizo eso mismo con un Boeing 707. Aunque el piloto defendió después que la maniobra no tenía riesgo, puede verse la pérdida de altura que representa como para pensar que es posible lo visto en la película y, cuando están cerca de tierra, pueden volver a colocar el avión en su posición normal sin estamparse contra el suelo.
Se les incendian los motores aunque no se sabe muy bien por qué. Ya puestos ¿qué tal unas cuantas anacondas o tigres de Bengala que fueran en la bodega y se escapan para dar animación al asunto? De nuevo, aceptémoslo como licencia cinematográfica. Extinguen el incendio del motor y luego piden potencia máxima…por supuesto, la extinción del incendio deja el motor totalmente incapacitado para dar mucha ni poca potencia pero, además, van en invertido -no se sabe de dónde están tomando el combustible las bombas aunque tengan el detalle de poner el aviso de que falla la alimentación- y han estado arrojando todo el combustible antes del «aterrizaje». Para concluir, la torre golpeada con el ala, aunque hubiera sido de papel, habría bastado para romper el ala o, como mínimo, para desviar la trayectoria del avión en la dirección del impacto y no al revés como ocurre en la película.
Si a alguien se le vuelve a ocurrir hacer una película sobre accidentes de aviones, le sugiero que tome como modelo este otro caso más creíble sin necesidad de recurrir a tantas licencias cinematográficas e igualmente útil para reflejar el drama del héroe alcohólico. El director no ha podido sobreponerse a la tentación de colocar en su película un avión de pasajeros en vuelo invertido y sale lo que sale…lo de siempre.
El Rey León
Cuando un amigo ha ido a Rio de Janeiro siempre le he hecho la misma recomendación: No subas al Corcovado antes de subir al Pan de Azúcar. La razón para ello es muy simple: El paisaje de la bahía de Rio desde el Pan de Azúcar es espectacular pero, más tarde, se queda pequeño cuando se ve desde el Corcovado. Si se sube directamente al Corcovado, puede no merecer la pena ya ir al Pan de Azúcar. ¿Por qué no disfrutar de dos maravillas en su graduación correcta en lugar de quedarse con una?
Algo parecido nos ocurre con El Rey León: A quien no la haya visto fuera, especialmente si va con niños que es lo más habitual, un consejo sencillo: No perdérsela. Quien haya visto la función en Estados Unidos, tanto la completa que tienen en Las Vegas, Broadway y algún sitio más como la reducida de Disneyworld, puede encontrar que la versión española se le queda algo pequeña.
No sé si se podría haber encontrado un recinto más grande pero, desde luego, la obra lo habría agradecido. Tanto el tamaño como la distribución del teatro en Madrid hacen prácticamente imposible que los actores se muevan con libertad por los pasillos y, salvo una fugaz aparición, todo ocurre en el escenario al contrario de lo que ocurre fuera.
Las voces son más que notables y el recinto, tanto en tamaño como en sonoridad, pueden desmerecerlas un poco. Las notas de color local son proporcionadas por los personajes de Zazú y, especialmente, Timón. El primero, en la escena en que está encerrado con Scar como rey, se permite cantar un fragmento de una canción de Antonio Molina y otro de Georgie Dann mientras que al segundo, con un fuerte acento andaluz, aparece disfrazado de sevillana en la escena de distracción de las hienas e incluso se permite imitar el acento «guiri» del personaje de Rafiki.
Al principio es muy aplaudido el gran elefante que necesita de cuatro actores y se oye algún murmullo mientras Mufhasa le explica a Simba que ser rey es algo más que hacer lo que le venga en gana…la actualidad también se hace presente en el teatro 🙂
Al final, es Timón quien parece despertar más simpatías del público. En el terreno negativo, aparte del tamaño del recinto ya comentado, los fuertes acentos extranjeros de dos de las figuras principales que podrían haber aconsejado su sustitución por otras voces con el español como idioma nativo.
En cualquier caso, la conclusión es clara: Si no se ha visto, hay que verla.
Uno de los nuestros
«Un método peligroso»: Algunas indicaciones para el espectador
Ayer tuve ocasión de ver la película y, a la salida, encontramos que había discrepancia total de opiniones. La razón es bastante sencilla: No es una película que pueda entender alguien totalmente ajeno al desarrollo del psicoanálisis, sus tendencias y su evolución y hay partes de la película que, sin esa información, simplemente no se entienden.
Los personajes principales del psicoanálisis tratados en la película son Freud y Jung, acompañados de dos secundarios -no en la película sino en el desarrollo del movimiento psicoanalítico- y hay muchas situaciones que provocan perplejidad en el neófito. Entre éstas, seguramente no se le escapará a nadie lo inusual de que alguien pueda entrar en un hospital psiquiátrico por la puerta de ingresos y salir de ese mismo hospital por la de personal facultativo como psicoanalista.
Empecemos por una aproximación bibliográfica. Quizás lo más interesante sobre psicoanálisis escritos por no-psicoanalistas viene de Karl Popper y de Peter Drucker:
Karl Popper, al establecer el criterio de falsación, puso al psicoanálisis como ejemplo de algo que no cumplía tal criterio. El criterio de falsación consiste, muy en síntesis, en algo tan sencillo como que no tenemos que buscar motivos que apoyen nuestra hipótesis sino situaciones que demuestren que no puede ser falsa, es decir,jugar experimentalmente a hacer de abogado del diablo para una hipótesis en lugar de ejercer de defensor. En la película pueden verse una serie de situaciones donde no hay ningún tipo de contraste con la realidad sino que cada uno juega a ser más listo, ingenioso o culto que el otro para sacar conclusiones que tienen mucho de bizantinismo puro. Si el espectador se queda pegado a una discusión totalmente abstrusa en lugar de ver ese trasfondo criticado por Popper y cómo en las discusiones se están reflejando las relaciones entre ellos, sin duda se aburrirá.
El psicoanálisis no cumplía el criterio de falsación hasta el punto de que en un experimento pretendieron comprobar una hipótesis y salió lo contrario de lo que esperaban. En lugar de rechazar la hipótesis, fue aceptada añadiéndole el concepto de «formación reactiva» para justificar los resultados adversos.
Peter Drucker, en su autobiografía «Mi vida y mi tiempo», contaba cómo su familia conoció en Viena a la familia de Freud y dedica un capítulo al personaje. Es excepcional y quizás lo más llamativo es su comentario y explicación acerca de que Freud no fue ignorado sino rechazado por los propios judíos a los que él buscaba asimilarse. No se trataba de disputas científicas sino de un concepto llamado «ética del curador» que aplicaba a todos los médicos y que Freud rompió con su insistencia en el cobro de toda actividad. Hay una escena en la película en que, tras herir a Jung, su paciente devenida psicoanalista le deja el dinero encima de la mesa y hace referencia a esa importancia del dinero en el ámbito psicoanalítico.
Drucker destroza, con datos, la idea que siempre lanzó Freud sobre sus problemas financieros y, como puede apreciarse en varias secuencias de la película, éste fue otro de los motivos de fricción con Jung, casado con una multimillonaria y con acceso a un nivel de vida envidiado por Freud.
En cuanto a las diferencias entre Freud y Jung, son tratadas a retazos pero hay grandes diferencias tanto en personalidad como doctrinarias: Tras una discusión entre ambos, Freud sufre un desmayo, cosa que según diversas fuentes era habitual si alguien osaba llevarle la contraria y esto fue lo que Jung no aceptó: Que Freud se colocase en una posición en una especie de podium para mirar a los demás de arriba abajo; hay también una escena de interpretación de sueños donde Freud se niega a revelar los suyos precisamente para mantener esa situación especial y, como más adelante se dice en otra escena, Jung no lo aceptó y ahí comenzaría la división. Los episodios de interpretación de sueños son frecuentes y, lo mismo que los análisis, pueden resultar aburridos si no sirven como ilustración de la relación enfermiza que se daba entre los protagonistas.
La discusión sobre Akenathon puede resultarle de interés a cualquiera que haya leído «Sinuhé el egipcio» de Waltari que, por cierto, tiene muchos puntos de contacto con una de las obras más conocidas de Freud, «Moisés», que era sobre la que versaba la discusión aunque nunca llegó a nombrarse en ella.
La diferencia fundamental, sin embargo, viene en el énfasis en la sexualidad. Para Freud, la sexualidad era el motor que movía el mundo mientras que Jung empezó a moverse por otros terrenos que acabarían entrando en contacto con la filosofía oriental. Su idea, repetida varias veces de que «no creía en la casualidad» no dice nada a quien no conozca ese contexto donde Jung estaba apuntando a nociones como la sincronicidad derivada del inconsciente colectivo. Ése fue el motivo doctrinario de la ruptura final y no queda bien reflejado.
Espero que estos breves apuntes puedan servir para que los menos familiarizados con este entorno disfruten una película en la que, por cierto, la actuación de los cuatro principales personajes es magnífica.
Monty Python: Mis secuencias favoritas
El discurso del rey
Coincido: http://www.notasdecine.es/40876/criticas/critica-el-discurso-del-rey/
El trabajo de los dos principales actores, Colin Firth y Geoffrey Rush, es impresionante y no perdamos de vista el papel secundario de Helena Bonham-Carter. Colin Firth puede ser más conocido para muchos por «El diario de Bridget Jones» donde tenía un papel empequeñecido a mayor gloria de Hugh Grant y otros papeles menores con la excepción de «Un hombre soltero». Geoffrey Rush, por su parte, puede ser más conocido por su intervención en «Piratas del Caribe» y coindiciría con Firth en «Shakespeare enamorado».
Tom Hooper, el director, no se encuentra entre los «grandes reconocidos» del cine, tal vez porque se ha dedicado sobre todo a series televisivas pero, probablemente, es el artífice auténtico de la película. Alguien que es capaz de montar una película así con actores que no son de los que garantizan el lleno -aunque Firth ya fue candidato a un Óscar- y obtiene este resultado aún tiene mucho que decir en el cine, máxime si consideramos que ni siquiera ha llegado a los 40. ..y nosotros que lo veamos y lo disfrutemos.
Freakonomics o cómo hacer una película horrible de un buen libro
Freakonomics es un libro que me gustó mucho tanto por los principios que ilustra como por los ejemplos que utiliza y las conclusiones que permite sacar a cualquier interesado en el comportamiento humano. Hace unos días, encontré que los autores habían hecho también una película y, animado por el libro, se me ocurrió verla aunque tengo que matizar que a mitad de la película estaba dando cabezadas porque resultó ser el perfecto somnífero.
Utiliza algunos de los ejemplos mucho mejor ilustrados en el libro con el recurso de algunas secuencias de dibujos animados sin demasiada gracia y los autores apareciendo con bastante frecuencia y comentando de palabra -por cierto, no muy fáciles de entender ni por velocidad ni por dicción- lo mismo que habían escrito en el libro.
Por añadidura, lo único que aportaron original sobre el libro ocupa aproximadamente el tercio final de la película y es un experimento mal hecho. Ponían a prueba cuál era el efecto sobre estudiantes de secundaria de utilizar premios condicionados al rendimiento académico y extraían sus conclusiones. Freakonomics es un buen libro que utiliza conceptos económicos que serían muy interesantes de leer para muchos psicólogos y, en general, para todo aquél a quien le interese el comportamiento humano pero, a pesar de que los autores hayan aportado puntos originales, su formación no es de psicólogos y, en consecuencia, se les han escapado puntos que cualquier estudiante de primer año de Psicología conoce: Los experimentos de Elton Mayo en Hawthorne.
Elton Mayo quiso mostrar el efecto de la iluminación sobre el rendimiento y el diseño de su experimento introdujo una variable extraña que resultó ser crucial y explicar unos resultados enloquecedores: El efecto que tenía la relación con el sujeto del experimento. En el experimento de la película caen en lo mismo: Los sujetos del experimento disfrutan de un grado de atención que probablemente está muy por encima del accesible a otros estudiantes de su mismo nivel, y algunas secuencias de la película así lo muestran, por lo que es bastante difícil saber qué es lo que está produciendo los resultados, si la expectativa de refuerzo o la atención prestada durante el proceso.
En suma, película decepcionante donde las haya. No recordaba haber visto una adaptación peor de un libro a una película desde El resplandor, película de terror con versión española doblada nada menos que por Verónica Forqué…y eso porque Gracita Morales ya no estaba en este mundo.
Piaf: Una buena voz malgastada en una caricatura
Piaf, el musical, puede ser interesante para los incondicionales absolutos de Edit Piaf y para los que no hayan visto La vie en rose. Los demás harán bien en pensárselo.
La protagonista, Elena Roger, tiene una voz que es buena sin llegar a estar entre las grandes voces pero, puesto que tampoco la voz de la propia Piaf podía catalogarse de grande, podía haber tenido un papel verdaderamente lucido. Ni a su voz ni a su capacidad interpretativa les faltan cualidades para ello pero la obra no aprovecha una ni otra. Alguien, no sé si la misma Elena Roger, ha estudiado la voz de Edit Piaf y ha encontrado unas cuantas características que son las que mejor la identifican como esas terminaciones de estrofa en falsete y los cambios bruscos de volumen en mitad de la canción. Para hacer más reconocible su voz como la de Edit Piaf, Elena Roger exagera esas características hasta caer en una caricatura innecesaria.
Elena Roger, tal vez por haber caricaturizado una voz en lugar de emplear sus propias posibilidades que son bastantes, carece del “pellizco” o resonancia emocional que que no todo el mundo, incluidos auténticos genios, tiene. Puede reconocerse en Edit Piaf pero no en su imitadora con una voz mejor dotada, Mireille Mathieu; se puede encontrar en Beethoven pero no en Mozart o se puede encontrar en un Giuseppe di Stefano o una Maria Callas pero no en un Plácido Domingo, una Montserrat Caballé y ni siquiera en el gran Alfredo Kraus. No tenía fácil imitar esa característica inimitable de la Piaf pero las pocas posibilidades que habría tenido quedaron anuladas por la sobreactuación.
La obra, por otra parte, se recrea en lo más sórdido de la vida de Edit Piaf que queda casi reducida a sexo, drogas y oportunismo explícitos a su alrededor sin que, a diferencia de la película, tenga ningún contrapunto de grandeza del personaje. No se aprecia ningún guión sino, simplemente, escenas yuxtapuestas de sexo, drogas, personajes que van apareciendo y, de vez en cuando, alguna canción que, salvo La vie en rose, Hymne a l’amour y Je ne regrette rien tampoco están entre las más conocidas y apreciadas por los incondicionales de Piaf.
Por último, un fallo absurdo: En España tenemos la suerte de que nos visiten o residan magnificos actores o asimilados argentinos, desde Les Luthiers hasta Ricardo Darín y otros. Todos ellos son conscientes de que en un escenario español no pueden utilizar el lenguaje que utilizarían en un tugurio porteño, simplemente porque el público apenas entiende lo que dicen, máxime si a ello ayuda un sonido que no es de los mejores que pueden encontrarse. Incluso para alguien muy familiarizado con el acento y con las palabras utilizadas en Argentina, como es mi caso, había ocasiones en que no entendía qué habían dicho y otras en que, habiéndolo entendido, podía asegurar que el 80% del público no lo había hecho. ¿Realmente creen, por ejemplo, que es tan generalizado en España el conocimiento del significado del verbo coger en Argentina para utilizarlo de la forma que lo hacen?
Lo mejor, sin duda, la figura principal. Lamentablemente ni su voz ni sus cualidades de interpretación quedan bien aprovechadas en un espectáculo mejorable desde todos los puntos de vista.
Up-in-the-air
Difícilmente creíble. El personaje interpretado por George Clooney no responde a lo que se conoce como outplacement, ámbito en el que sus especialistas cabe suponer que no hayan quedado especialmente contentos con la película.
Al menos en España, el «especialista en despidos» tal como se presenta en la película es simplemente un invento del guionista. Sí existen lo que se conoce popularmente como «carniceros», es decir, personajes especializados en recortar la plantilla hasta el hueso y que, con cierta frecuencia, apoyan su actividad en técnicas de mobbing.
El consultor de outplacement es otra cosa: Recibe a la persona que ha sido despedida -no por él- y trata de apoyarle en el camino de conseguir un trabajo nuevo. En algunos casos, asesora a la persona que va a realizar el despido -habitualmente, el jefe directo- para que el asunto resulte lo menos dañino posible para la persona despedida y poder empezar a trabajar con ella en lugar de tener que «reconstruirla».
Con estas dos figuras, el «carnicero» y el especialista de outplacement, el guionista ha hecho un popurrí dando como resultado el personaje interpretado por George Clooney al que acompañaban el jefe sin escrúpulos, la joven ambiciosa y la amante ocasional.
Los personajes están bien dibujados en lo que se refiere a su vaciedad, oportunismo y ambición y cualquiera que se mueva en el entorno de la consultoría podría ponerles unos cuantos nombres reales.
En suma, entretenida pero mejorable.
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