«La transición de cristal: Franquismo y democracia» de Pío Moa

Debo empezar diciendo que Pío Moa no está entre mis analistas favoritos de la historia reciente por la sensación en más de un libro de que se ha pasado de frenada. Sin embargo, este libro tenía como atractivo un prólogo de Stanley Payne, para muchos el mejor hispanista vivo, y un capítulo final del propio Moa que fue lo que me decidió a comprarlo, donde en 21 puntos hace un magnífico análisis de la transición al que sólo le pondría un par de «peros» menores.

Stanley Payne raramente decepciona cuando habla de historia de España por ese visible esfuerzo en mantener la objetividad, que no la equidistancia, que caracteriza a todos sus libros. En este caso, pone el dedo en la llaga sobre el simple hecho de que en el momento de la muerte de Franco no había fuerzas democráticas españolas importantes: Casi todos los grupos de la oposición de izquierda o de nacionalistas eran aproximadamente tan autoritarios como Franco y algunos aún más totalitarios. Absolutamente cierto: En una especie de pirueta conceptual, parecía que estar o haber estado contra Franco acreditaba a alguien como demócrata, incluyendo bajo esa etiqueta a partidos abiertamente racistas entre otros.

Moa, por su parte, hace un buen resumen final en el último capítulo aunque, en algunas cosas, parece que se le va la mano. En su intento de atacar a Zapatero, señala que Rodríguez Zapatero ha afirmado que su partido mantiene íntegras las viejas tradiciones, lo cual ayuda a entender sus movimientos anticonstitucionales recientes. Claramente, Moa se está refiriendo al comportamiento del PSOE en la etapa previa a la Guerra Civil y su responsabilidad sobre el estallido final de ésta y a cuestiones como el comentario de su fundador, Pablo Iglesias, en el sentido de que respetarían la legalidad como medio para conseguir el poder pero, si no lo conseguían por esa vía, se la saltarían. Sin embargo, es sumamente dudoso que Rodríguez Zapatero tenga el conocimiento de historia necesario para conocer esos detalles y es más que probable que toque de oído y piense que su partido es «demócrata de toda la vida».

Otro aspecto dentro de este resumen que puede ser discutible es la importancia que concede a la Ley de Memoria Histórica, como motor de una revisión que intenta conectar la época actual con la República de pre-guerra, bajo el supuesto de que aquélla era una situación democrática a la que se ha de volver. Lo cierto es que una gran mayoría de los españoles, incluidos muchos socialistas, ve tal ley como una patochada o una forma de intentar reescribir una historia que, afortunadamente, no le interesa o, al menos, no lleva la carga emocional que le quieren poner sus autores.

En lo demás, el capítulo de cierre que resume la evaluación de la transición es no sólo correcto sino brillante.

En cuanto al cuerpo central del libro, llama la atención la relevancia que Pío Moa le presta al GRAPO, mostrando el resto de los grupos, armados o no, opuestos al régimen como infiltrados por la policía a diferencia del GRAPO. Los que, en aquella época teníamos edad para darnos cuenta de algo aunque fuéramos muy jóvenes, recordamos el GRAPO como algo de muy escasa relevancia y digno de toda sospecha empezando por el nombre: Parece que, al poner el nombre de «Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de Octubre» a nadie se le ocurrió que Franco asumió el poder máximo el primero de octubre de 1937 y lo conservaría hasta su muerte. Casi tan significativo como haberlos llamado «Grupos Revolucionarios Antifascistas Dieciocho de Julio».

Moa desmonta unos cuantos mitos históricos, comenzando por el en su época zaherido y después mitificado Adolfo Suárez pero se inventa algunos otros, relacionados sobre todo con la figura de Franco. Según Moa, Franco prestó un gran servicio a los aliados al mantener la neutralidad en la II Guerra Mundial y este servicio no fue adecuadamente retribuido. Incluso justifica la cercanía de Franco a Hitler señalando que, en aquel momento, Hitler aún no había comenzado los asesinatos en masa como sí lo había hecho ya Stalin. Quizás con la perspectiva de la época previa a la II Guerra Mundial puede haber cierta justificación para la cercanía con un personaje que, cuando se vio más seguro en su posición, cometió las atrocidades de todos conocidas pero tampoco olvidemos que Stalin fue sumamente hábil durante unos años ocultando crímenes e incluso es de su época el invento de las «aldeas Potemkin», escenarios de cartón-piedra fabricados para mostrar a incautos visitantes occidentales lo bien que se vivía en la U.R.S.S.  Los crímenes de Stalin habían comenzado pero no eran conocidos en aquella época.

En cuanto a la impagable ayuda de Franco a los aliados, dos matizaciones:

  • Hasta bien entrada la II Guerra Mundial, la posición oficial de España no fue de neutralidad sino de «no-beligerancia», es decir, alineación con Alemania pero sin entrar en guerra. Esto daría lugar, entre otras cosas, a que en las islas Canarias se recibiera a submarinos alemanes. A pesar de esto, hay un hecho cierto que Moa destaca de esa época y es la gran cantidad de refugiados judíos que huían de Hitler y fueron salvados de él por la España franquista de postguerra.
  • La otra matización se refiere a un hecho muy simple: España estaba destrozada y su valor militar era completamente nulo. Hitler no presionó excesivamente para la entrada en la guerra de España porque sabía que, de hacerlo, tendría que desviar parte de sus recursos para la defensa de un teórico aliado que no tenía capacidad para defenderse por sí mismo. Más adelante, cuando las cosas se empezaron a torcer para Hitler, llegaría la época de posición española de neutralidad.

Al final, el libro sigue la constante de otras obras de Pío Moa: Un tremendo esfuerzo en desmitificar épocas, organizaciones y personajes de la historia española reciente. Teniendo en cuenta que hay una tendencia «oficial» encaminada a hacernos comulgar con ruedas de molino como los planteamientos democráticos de todo el que se opusiera a Franco, racistas y stalinistas incluidos, o presentar la II República como una época democrática rota por un golpe fascista, es un esfuerzo que se agradece. Sin embargo, lo que ya no se agradece tanto es que esa desmitificación venga siempre seguida por una conclusión ni necesaria ni cierta y es la revisión de la figura de Franco para convertirlo en una especie de ser sensible y preocupado casi en exclusiva por el bienestar de los españoles. Moa toca en el libro casos de corrupción como la situación en la etapa final de Felipe González o el Pujol de Banca Catalana. Sin embargo, cuando se trata de la época franquista, parece que toda la corrupción se redujo al caso Matesa y ciertamente estaba mucho más extendida.

Conclusión: Es una buena compra por sus magníficos prólogo y capítulo final. Para el resto, diremos casi como en el viejo anuncio del detergente Colón: «Busque, compare…y no compre al peso todo lo que está escrito».

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