14 de abril: Día de la memoria selectiva

Se cumplen hoy 80 años de la proclamación de la II República en España. ¿Es motivo de celebración? En su caso ¿Qué es lo que habría que celebrar?

La II República española ha quedado como un mito entre buena parte de nuestra clase política. El mito llega hasta el extremo de que un periodista, hace pocos días, se permitía denominar a ese periodo como «democrático». Otros políticos, algunos en el poder, con una urgente necesidad de repasar lecciones de historia en el caso de que alguna vez las hubieran aprendido, quieren arrancar su propia legitimidad de una oscura etapa de la historia española prescindiendo de todo lo que vino después y, especialmente, prescindiendo del «borrón y cuenta nueva» que se quiso hacer en 1977. Al final, esto se haría tan torpemente que los fantasmas de una época afortunadamente pasada parecen seguir gozando de buena salud.

Empecemos por la etapa inmediatamente anterior al 14 de abril: La República se proclama tras unas elecciones municipales (atención al dato) en las que, a la vista de los documentos de la época,  hay un acuerdo casi general en que ni siquiera fueron ganadas por el bando contrario a la monarquía. Eso sí, cuando alguien le dijo a Alfonso XIII que «no podían garantizar su seguridad», se apresuró a recoger sus bártulos y largarse, acción tras la cual resulta difícil de justificar que se volviera a permitir a un Borbón poner los pies en España.

No fue éste su único mérito: La Dictadura de Primo de Rivera se produjo durante su reinado y con su aquiescencia aunque tal vez algunos de los que hoy conmemoran el Día de la República no deberían escandalizarse demasiado. El mutuo apoyo entre el dictador y el PSOE y la UGT de entonces haría que uno de sus principales dirigentes, Indalecio Prieto, llegase a decir que ojalá todas las dictaduras fueran como ésta. Parece que todas las partes tienen demasiados cadáveres en los armarios: Los que hoy pretenden hacer abstracción de 80 años de historia corren el riesgo de que les recuerden interesantes comentarios de su fundador, Pablo Iglesias, mientras que por el bando contrario, José Calvo Sotelo, cuyo asesinato a manos de la escolta de Indalecio Prieto -hermosa muestra de democracia-  sería el detonante de la guerra civil,  fue ministro de Hacienda durante buena parte de la dictadura.

Hoy, 80 años después de la proclamación de la II Republica, no se puede defender seriamente que aquélla fuera una etapa democrática. Es posible que haya buenas razones para dudar de la legitimidad de la monarquía –sucesor de Franco a título de Rey entre otraspero eso no puede ni debe significar añoranza alguna de una de las etapas más negras de la historia española reciente. Ni la salida del entonces Rey tras unas elecciones en las que no se discutía la forma de Estado y que, además, habían sido ganadas por sus partidarios, ni la actuación de los partidos que apoyaron la dictadura y más tarde organizaron el intento de golpe de 1934… ni el que llegase un momento en que ir a misa o haber votado al Frente Popular fueran motivos suficientes para ser asesinado son motivos de orgullo ni añoranza.

Cuando alguien quiere rescatar la «memoria histórica», es mejor que tenga cuidado porque le pueden dar con la propia en la cabeza. El mejor símbolo de «memoria histórica» y que tiene mucho que ver con esa añoranza desmemoriada que algunos practican respecto de la II República es la retirada de la última estatua de Franco que quedaba en Madrid, y lo es por los siguientes motivos:

  1. No se eligió un día cualquiera para la retirada de la estatua sino que fue el fin de fiesta del cumpleaños de Santiago Carrillo, responsable -sin ninguna duda tras la desclasificación de papeles soviéticos- de las matanzas de Paracuellos, episodio del que no es para sentirse precisamente orgullosos.
  2. A escasos 50 metros de la estatua retirada, se encuentra -porque nadie la ha retirado- la estatua de Indalecio Prieto, cuya escolta asesinó al entonces líder de la oposición, Calvo Sotelo, y organizador, según confesión propia del intento de golpe de 1934, golpe cuya represión fue dirigida por Franco quien, para tal menester, tuvo bajo su mando entre otros al mitificado abuelo del actual presidente del Gobierno.
  3. A una distancia muy parecida, puesto que las dos estatuas están casi juntas, se encuentra la estatua de Francisco Largo Caballero -que tampoco ha retirado nadie- aclamado en su día como el «Lenin español» y que representó el ala más extrema del PSOE de entonces, siendo utilizado por el PCE que, cuando le vino bien y una vez en la guerra civil, lo retiró con la colaboración de su delfín Santiago Carrillo que, no olvidemos, provenía en primera instancia del PSOE.
  4. Las partes negras de nuestra historia son también historia. Si la memoria histórica pretende ser tal, sólo hay dos opciones: O dejan todas las estatuas en paz o retiran todas. No hacerlo así es muestra de un sectarismo digno heredero de esa negra etapa que algunos quieren conmemorar. A lo mejor es por eso.

Por supuesto, no fueron éstos los únicos actores de la época pero hubo muchos otros que no han tenido una «línea sucesoria» que los vincule con la actualidad, llámense Gil Robles, Alcalá Zamora, Azaña, Lerroux, Calvo Sotelo… Otros si la han tenido pero, por distintos motivos, han sido relegados al olvido.

Se puede ser favorable a la república como modelo de Estado pero hay poco que celebrar ni conmemorar -como no sea para intentar asegurarse de no caer nunca más en lo mismo- en el advenimiento de la II República.

Los que hoy, haciendo gala de desconocimiento de la historia, se proclaman herederos de aquella época deberían pensar que escaso favor se hacen a sí mismos, dado el historial de sus correligionarios de entonces. En el caso del PSOE, único partido nacional de los existentes actualmente importante en aquella época, resulta asombroso que mitifique a líderes que contribuyeron decisivamente a que la II República desembocase en la guerra civil y, por el contrario, haya relegado al olvido al único líder socialista de la época merecedor de ser recordado tanto por su intento de evitar que se llegase a la guerra civil como por el papel en su finalización: Julián Besteiro.

Definitivamente, hay partes de la historia en las que lo mejor es pasar página. Cuando alguien no quiere hacerlo, si es porque no conoce la página, malo. Si la conoce, aún peor.

NOTAS POSTERIORES:

  1. No me resisto a hacer un añadido de «memoria histórica»: Hoy, 14 de abril, se conmemora también el hundimiento del Titanic. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, no ha podido escoger mejor momento para definir a España como un poderoso trasatlántico.
  2. Intereconomía ha publicado en la web el siguiente documento conmemorativo: http://www.intereconomia.com/sites/default/files/especiales_gaceta/80_aniversario_ii_republica.pdf No se puede calificar de imparcial porque, como suele suceder cuando se habla de este periodo de la historia española, sólo se mira hacia uno de los lados. No obstante, la información del documento es suficiente para poder afirmar categóricamente que no había democracia en la II República en España. Si otro medio de tendencia opuesta publicase otro documento de sentido contrario -cosa perfectamente factible y sin necesidad alguna de mentir- eso no llevaría a mover ni una coma de la afirmación anterior. Más bien, la reforzaría.

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