¿Hablamos de piratería o hablamos de falta de habilidad comercial y de robo?

Comenzaré por admitir que no me inspira la menor simpatía la SGAE. Un organismo que se supone que gestiona los derechos de autor sin que jamás se haya conocido cuáles son los criterios de reparto es digno de toda sospecha y, por mucho que se autodenominen «la gente de la cultura» y tengan el favor del gobierno, la razón para la sospecha existe. Por añadidura, esa sospecha se transforma en certeza cuando se han presentado con su particular «cobrador del frak» pretendiendo cobrar derechos de autor de obras en las que tales derechos no se le podían transmitir a nadie como, por ejemplo, en unas sevillanas del siglo XVI.

También hay que admitir que no es justo pedirle a alguien que desarrolle un tipo de actividad, sea musical, cinematográfica, literaria o lo que sea, renuncie al producto de su obra y que ésta pueda estar accesible para todos by-fhe-face. Dicho de otro modo, autores sí pero bandas de chorizos, con o sin patente de corso gubernamental, no.

No voy a negar -ni afirmar porque nunca se sabe hasta dónde puede llegar la cosa- que haya hecho descargas por la red. Sin embargo, sí tengo que decir que me encuentro entre los muchos que preferirían que hubiera un lugar de Internet desde el que se pudiera tener acceso virtualmente a cualquier obra , con una buena calidad de audio o video, y a un precio razonable antes que  recurrir a una descarga gratuita donde, a menudo, una descarga de Bambi puede concluir habiéndose descargado una película de porno duro. Ahí sí tengo que admitir que, como una broma para adolescentes, cambié en una ocasión el nombre a una canción poniéndole un título tan atractivo para ese colectivo como The whore who gave birth to them supuestamente interpretada por uno de los conjuntos de moda y, sin embargo, el fichero era una conocida canción española sobre las aventuras de un toro de especial belleza 🙂

Es difícil ponerle puertas al campo y, por mucho que un gobierno se empeñe en favorecer a sus incondicionales, siempre van a existir programas de ocultación de IP de modo que no se sepa quién está descargando material. En el terreno literario, la aparición del libro electrónico -aún caro y pequeño pero eso cambiará- también va a suponer una innovación importante: Un libro bajado de la red va a ser más fácil de leer en una pantalla mucho más cómoda que la del ordenador y, por tanto, puede representar una amenaza para el libro de papel comprado en la librería.

Sin embargo, una cosa es la dificultad de control y otra cosa es que ésta deba consagrar un principio según el cual no se respeta la propiedad intelectual de los autores. Insisto en que este principio de respeto no es trasladable a las entidades gestoras, dignas de toda sospecha cuando no de certeza.

Lo que está fallando en todo esto es la habilidad comercial y la capacidad para explotar nuevos canales de venta. Ya hay portales de música que permiten descargar legalmente y a bajo precio música en formato MP3 pero esto, y lo mismo referido a películas o libros, tendría que generalizarse mucho más. Una calidad garantizada junto a servicios como poder escuchar la música o ver las películas seleccionadas en cualquier parte y a través de Internet podrían representar un incentivo importante.

Ahora mismo, tenemos presentes dos modelos de negocio opuestos: El de Microsoft y el de Google. Microsoft está cobrando por algo que Google da gratis y, sin embargo, esto no significa que Google no obtenga beneficios e incluso la próxima aparición del Chrome OS y la posible liberación que muchos sentirían abandonando el Windows es algo que preocupa seriamente a Microsoft.

¿Por qué se empeñan en unos formatos que cada día van a resultar más marginales en lugar de utilizar la red como un lugar preferente de venta? ¿Por qué en lugar de perseguir algo que no van a poder perseguir, pese a quien pese, no cambian sus modelos comerciales? Pagar 20 euros por un DVD es un robo; bajárselo de las redes P2P evitando el pago, también.

Busquen canales de comercialización alternativos. La amenaza de cortar la conexión a Internet sólo puede favorecer a una ya odiada panda de corsarios -por aquello de la patente de corso concedida por el gobierno- a la vez que cabrea a muchísima gente. No es ése el camino.

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