«De la buena y la mala educación: Reflexiones sobre la crisis de la enseñanza» de Ricardo Moreno Castillo
El primer libro de Ricardo Moreno, «Panfleto antipedagógico» me recordó a una película: «Un día de furia» protagonizada por Michael Douglas y donde narraba las hazañas de alguien que había aguantado en silencio más de lo que podía.
Este segundo libro va en la misma línea, es decir, denuncia de las salvajadas cometidas en la enseñanza por los visionarios de la pedagogía y de sus efectos. Adicionalmente, además de aportar alguna información nueva como la justificación de los menos que mediocres resultados por parte de la enseñanza española en su comparación con otras, dedica cierto espacio a contestar a sus críticos con la agudeza que ya caracterizó su primer libro.
El libro vale la pena como es frecuente que ocurra con aquellos libros en los que sus autores no sólo denuncian que «el emperador está desnudo» sino que se esfuerzan en demostrarlo; sin embargo, a diferencia de lo que le decía Sancho a don Quijote, tal vez haya que decirle a Ricardo Moreno «que no son molinos, amigo Ricardo…que son gigantes», gigantes de sectarismo y de negación de la realidad más evidente en nombre de unas teorías preconcebidas, pero gigantes al fin. No hay que olvidar que, como decía Revel, «la primera de las grandes fuerzas que mueven el mundo es la mentira».
Llama la atención, entre las diversas críticas respondidas por el autor, una en el sentido de que no se puede estar en contra de la pedagogía y le aportaría una reflexión más: ¿Te has dado cuenta, Ricardo, de que utilizan el mismo modelo que los nacionalistas? No se puede criticar a los nacionalistas porque es criticar a Cataluña, Galicia…o a quien sea; por idéntica lógica, no se puede criticar a los pedagogos porque es criticar a la enseñanza. Es un viejo truco muy usado por los políticos, el de tomar una parte -su parte- por el todo para intentar que todos se consideren agraviados por algo que va dirigido exclusivamente en contra de ellos.
Me encanta la última parte -la más radicalmente nueva con respecto al libro anterior- con las recomendaciones de leer y algunas indicaciones sobre qué cosas leer y sólo me voy a permitir discrepar en una cosa: La valoración de la asignatura de «Educación para la ciudadanía» y la posición sobre la objeción de conciencia. Permíteme, Ricardo, que conteste a tus argumentos en segunda persona:
Entre las muchas magníficas lecturas que recomiendas, he echado una a faltar y creo que es importante: «La sociedad abierta y sus enemigos» de Karl Popper. No voy a repetir algunos argumentos que ya he dado en este blog https://factorhumano.wordpress.com/2007/09/25/educacion-para-la-ciudadania-visto/en contra de la asignatura de «Educación para la ciudadanía» -algunos de ellos, simplemente citando textos literales del BOE- pero sí me gustaría justificar más mi posición de discrepancia con tus argumentos en un libro con el que, en todo lo demás, estoy de completo acuerdo:
No tengo nada en contra de que exista tal materia, llámese así o de cualquier otra forma, sino de los contenidos con que ésta sale a la luz. Si se trata de mostrar en el aula los valores constitucionales o si se trata de hablar de cuestiones básicas como la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, me parecería correcto que existiera tal materia.
Si se utilizase como texto de la asignatura el que he mencionado -«La sociedad abierta»- o cualquier otro que no trate de dar una visión cerrada de la sociedad (algunos textos de Bertrand Russell serían una excelente alternativa) estaré también completamente de acuerdo. Entre los argumentos de defensa de la materia, comentas que «sería objetable una asignatura donde adoctrinasen en marxismo y no lo es una asignatura de historia de la filosofía donde el marxismo es un tema más de estudio» y no puedo estar más de acuerdo contigo…y es precisamente por eso por lo que me opongo a la asignatura tal como está configurada.
Mis motivos para la oposición no tienen nada que ver con el clericalismo al que aludes como motor de tal oposición. Difícilmente podría ser así pero eso ya es otra historia. Creo que, al poner a los obispos como los promotores del ataque contra la asignatura, concedes a la Iglesia una importancia que en el terreno ideológico no tiene.
Supongo que sabes que éste es un punto común de tus argumentos con los de Fernando Savater sobre la misma materia. Me llama la atención de Savater que quien ha repetido más de una vez que «no se puede ser tolerante con la intolerancia» a veces se olvide de aplicar esa doctrina en algunos contextos.
Ése es el motivo real de la oposición. Tal como está configurada ahora, la materia no es una escuela de respeto y tolerancia sino todo lo contrario. Esta materia nace como el producto de una izquierda de salón o, si lo prefieres, de lo «políticamente correcto» que siempre se ha arrogado una superioridad moral y, desde esa pretendida superioridad, imparte lecciones y la configuración de «Educación para la ciudadanía» es una de esas lecciones.
Por cierto, en su defensa en el Congreso de la materia, Zapatero, gran abanderado de esa izquierda insustancial que sustituye los argumentos por imágenes, utilizó el mismo truco dialéctico de los nacionalistas al preguntar qué es lo que molesta de la materia, si es la «educación» o si es la «ciudadanía». Habría que responder que ninguna de las dos cosas; que lo que molesta es la manipulación.
Como decía antes, los hechos no demuestran tal pretendida superioridad y un hecho que habla de cuáles son las pretensiones reales es lo que dice el BOE de la asignatura…no digamos ya lo que dicen algunos de sus libros de texto. Esta materia no es una mera defensa de valores democráticos y constitucionales sino que trata de imponer una visión única y, por ello, partidista.
Un ejemplo que encontrarás en el vínculo de más arriba: ¿Cómo puede alguien decir que uno de los temas de la materia es «conocer las causas de la pobreza en el mundo»? Inmediatamente habría que preguntar «¿Según quién?» porque los diagnósticos son radicalmente distintos…y eso sin salirnos del universo de posiciones políticas democráticas.
Cosa distinta sería que se dijera «debatir» o «analizar» y las palabras utilizadas aquí tienen su trascendencia, porque eso da lugar a distintos puntos de vista pero…¿conocer? Es un mero ejemplo pero encontrarás muchos más siguiendo ese vínculo.
Vuelvo a otra cita de Savater aunque no sea literal: Hay dos cosas muy distintas que, a menudo, se confunden. Una de ellas es el problema y su solución asociada y la otra es la pregunta y la respuesta. En el momento en que aparece la solución, el problema deja de existir. Por el contrario, la respuesta no hace desaparecer la pregunta.
Muchos de los temas tocados en «Educación para la ciudadanía», por su propia naturaleza, responden al modelo de «preguntas» que no desaparecen con la «respuesta» y no al de «problemas» que desaparecen en el momento en que nos dan la «solución». Esa confusión interesada se llama adoctrinamiento… y es adoctrinamiento precisamente porque trata de borrar la pregunta del mapa mental del alumno en lugar de invitarle a buscar respuestas.
Ésta es la discrepancia -ciertamente importante- dentro de un conjunto de acuerdo general. Naturalmente, los que se sientan atacados por tu libro te pondrán la etiqueta de nostálgico, etc. pero las cosas son mucho más complejas y diversas. No todo el que se opone a algo lo hace por los mismos motivos y desde idénticas posiciones aunque es verdad que cuando el agua -o las miasmas de lo políticamente correcto- llegan al cuello, es más fácil centrarse en lo que hay de común que en las discrepancias.
El fracaso del sistema educativo es suficientemente importante para centrarse más en lo que une que en lo que separa y, por ello, es un libro a leer por todo el que comparta esa preocupación aunque -siempre desde el punto de vista particular de cada uno- pueda encontrar partes en las que, como en «El alcalde de Zalamea» se pueda decir lo de «Que errar lo menos no importa si acertó en lo principal».