Cicerón, Magdalena Álvarez y Spanair

Sin ninguna duda, si Cicerón hubiese vivido hoy se habría hecho multimillonario en cualquiera de los grandes despachos de abogados existentes. Si, además, hubiera nacido en Estados Unidos es muy posible que se hubiera convertido en presidente.

Cicerón es conocido como uno de los clásicos romanos de la antigüedad y a algunos nos ha tocado traducir parte de sus famosas Catilinarias pero hay un aspecto menos conocido de Cicerón y es el de su maestría en la insidia.

En un discurso fue capaz de levantar dudas sobre la honradez de su oponente por el simple procedimiento de repetir a cada instante que dicho oponente era honrado. La primera vez que se escucha, el oyente se pregunta por qué lo dice, la segunda pensará que alguien había albergado dudas sobre tal honradez y la tercera piensa que debe ser un secreto a voces el hecho de que el personaje citado está corrompido hasta las cejas.

Lo mejor del caso: Nadie puede acusar a Cicerón de haber lanzado la acusación de corrupción porque él ha afirmado justamente lo contrario. Simplemente se ha limitado a dejar que sean sus oyentes los que construyan tal idea.

Magdalena Álvarez, en su comparecencia sobre el accidente de Spanair, actuó de forma parecida aunque acaso involuntaria.

Sea o no sea cierto que el avión accidentado iba a ser sustituido por otro, se construye en la mente del que escucha una idea: El avión tenía un fallo, se pensó que tenía menos importancia de la que parecía y fue ese fallo el que provocó el accidente. ¿Es eso cierto?

A estas alturas ni siquiera se tiene totalmente clara la naturaleza del fallo. Con lo que sabemos hoy ¿puede afirmarse que fue el fallo que hizo pensar en la sustitución el que provocó el accidente? Claramente no pero la idea está lanzada.

Si dentro de un tiempo resultase que la avería detectada y que provocó el retraso no tuviera nada que ver con el accidente, el daño ya está hecho. La eventual rectificación no sería noticia y no tendría el eco que se le está dando a un comentario imprudente dadas las circunstancias.

El ciudadano medio que lee la prensa o está atento a los telediarios va a adoptar una posición que cree pragmática y que, sin embargo, es equivocada: Tenga o no tenga relación con el accidente, el avión tenía una avería y deberíamos exigir que fueran siempre en perfectas condiciones.

Sea pero en tal caso creo que tenemos que darle una mala noticia al ciudadano medio: Si su nivel de exigencia lo va a establecer en que el avión en que vuela como pasajero vaya totalmente perfecto, va a volar muy pocas veces. Como protección al pasajero y al piloto, en el sentido de librar a este último de presiones indebidas, existe la llamada MEL (Minimum Equipment List) y cualquier avería en un dispositivo que figure en esa lista implica que el avión simplemente no vuela. A partir de ahí entramos en tipos de averías que no impiden volar al avión pero, dependiendo de su trascendencia, existen unos plazos para su reparación.

Algunos casos se encuentran en un terreno nebuloso y, al menos sobre el papel, es potestativa del comandante la realización del vuelo o no. Aclaro por qué añado la coletilla de “sobre el papel”:

No hace mucho Iberia despidió a uno de sus comandantes por negarse a volar con pasajeros un avión en el que no funcionaba uno de los lazos de fuego de un motor  https://factorhumano.wordpress.com/2008/01/24/relaciones-laborales-y-seguridad-aerea-una-relacion-poco-conveniente/. El día anterior el mismo comandante había volado el mismo avión con pasaje, con la misma avería y había recibido el compromiso de la compañía de que iba a ser reparado inmediatamente. Cuando, al día siguiente, tuvo la evidencia de que Iberia no había cumplido con su promesa, se negó a volar el avión con pasajeros y fue despedido por ello.

No es, como puede verse, un terreno tan claro como para lanzarse a hacer declaraciones y dejar que quien escucha saque sus conclusiones sabiendo que se está dando una información que es, si no falsa, al menos parcial y que, por tanto, esas conclusiones podrían ser perfectamente erróneas.

El grupo SAS, del que forma parte Spanair, ya tiene experiencia en los nulos efectos de las rectificaciones a destiempo. Cuando empezó a tener problemas de tren de aterrizaje con los reactores del fabricante canadiense Bombardier, la aparición de óxido les señaló con el dedo como responsables de un mal mantenimiento. Cuando más tarde se supo que la zona donde apareció el óxido iba sellada y se suponía que no era necesaria su revisión era tarde. SAS recibió una cuantiosa indemnización del fabricante pero el daño a la imagen de la aerolínea estaba hecho.

No me cansaré de repetir que es necesaria una gran dosis de prudencia y que se debe dejar a los investigadores hacer su trabajo. Si esa prudencia les es exigible a todos, más todavía a un alto responsable político y la prudencia no se refiere sólo a lo dicho. También a lo no dicho y a las ideas sembradas en su auditorio.

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