La bronca de la Iglesia y Amnistía Internacional

Llevamos varios días dando vueltas al asunto de que el Vaticano ha pedido a los católicos que no contribuyan económicamente con Amnistía Internacional por su posición pro-abortista.

Viendo lo que se ha escrito sobre el asunto, se puede tener la sensación de que el Vaticano se ha pasado siete pueblos y ello por muchos motivos.

En primer lugar, veamos dónde está la posición pro-abortista de Amnistía Internacional en sus propias palabras:

Posición de Amnistía Internacional sobre el aborto en casos especiales

Incluso aunque la posición de Amnistía Internacional fuera pro-abortista -que no lo es- no creo que la Iglesia Católica como institución sea quien para entrar en el asunto. Otra cosa es lo que pueda hacer cada uno de sus miembros y de sus creyentes individualmente.

Si esto es admisible ¿por qué no excomulgar a todos los dirigentes políticos de países de tradición cristiana -como Estados Unidos- donde existe la pena de muerte?

Conste que quien esto escribe se borró de Amnistía Internacional por haber apreciado una especie de tortícolis que le llevaba a fijarse sólo en las salvajadas de un lado y, por ejemplo, estar echando leña constantemente al tema de Guantánamo pasando de puntillas sobre el resto de la isla como puede verse en su último informe.

Al mismo tiempo, Amnistía Internacional ha mostrado sospechosas coincidencias con el Gobierno español precisamente en aquellos aspectos que muchos -sin distinción de color político- creemos que son sus mayores errores, por ejemplo, la famosa y hemipléjica memoria histórica.

Sin ninguna duda, esa iniciativa tan aplaudida por Amnistía resucitará también a la otra media memoria que ahora se quiere borrar produciendo un enfrentamiento que muchos creíamos felizmente olvidado desde la transición.

Digo lo anterior para aclarar que mi comentario no va movido por la simpatía ni menos por la militancia hacia la organización Amnistía Internacional pero, por un principio de coherencia, no es admisible la salida de tono del Vaticano.

Si la Iglesia Católica decide entrar en política, mejor que se presente a unas elecciones. Como muy bien señalaba Vargas Llosa, el ámbito de la religión es de las verdades privadas y éstas, por definición, no se les pueden imponer a terceros.

Cierto que la Iglesia podría replicar que su mensaje sobre Amnistía Internacional lo dirige sólo a los católicos pero, si quiere mantener un mínimo de coherencia, se le va a acumular el trabajo. Entre excomulgar a los fabricantes, vendedores y usuarios de preservativos y de todo tipo de anticonceptivos, a los gobernantes de países con pena de muerte, a los que legalizan matrimonios de homosexuales y mil cosas más ya tiene bastante para unos cuantos años.

No hablemos ya de la idea de ecumenismo o del acercamiento entre las grandes religiones, de las cuales una -el Islam- también se distingue por el exquisito respeto a los derechos humanos, entre otros aunque no exclusivamente, la igualdad entre sexos o la libertad de culto. ¿Por qué no invita la Iglesia a los católicos a rechazar abiertamente en todos los terrenos a los musulmanes?

En suma, el mensaje del Vaticano no tiene justificación ni sentido ni proporción ni coherencia. Respeto a muchos miembros de la Iglesia e incluso soy de los que, sin ser creyentes, colaboran a su sostenimiento económico por entender que es probablemente la mejor ONG que existe, sobre todo porque hay muchas a las que se les ha caído la N o se han convertido en clanes donde la principal acción social la ejercen con sus propios componentes.

Supongo que si Amnistía Internacional quisiera replicar a la estupidez con otra estupidez emitiría un informe incendiario sobre la discriminación de la mujer en el Vaticano o sobre la falta de democracia en la elección de los dirigentes de ese mismo Estado.

Si la Iglesia quiere utilizar su hipotético ascendiente sobre sus feligreses en temas como éste, podría encontrarse en la posición del abanderado que, cuando se da la vuelta, ve que no le sigue nadie.

Deja un comentario