Gestión de conocimiento: Regreso a los clásicos

Aunque la fiebre de la gestión del conocimiento parece que ha pasado un poco, cosa que casi todos agradeceremos por la cantidad de basura que aparece alrededor de cualquier nueva moda, hay algo que no ha cambiado: Continúan apareciendo libros, conferencias y papers de calidad muy diversa y donde se valora algo que podríamos denominar papanatismo investigador: Toda referencia superior a 3 años de antigüedad se supone desfasada.

De esta forma, vemos que los autores más prolíficos, no necesariamente los mejores, aparecen repetidos una y otra vez y los mismos argumentos aparecen repetidos y dándoles todas las vueltas imaginables. Al mismo tiempo, es frecuente que investigadores en este terreno interesados en hacer bien su trabajo hayan entrado en esta dinámica del papanatismo  e ignoren completamente la existencia de algunos autores clásicos de gran relevancia para el tema.

Podemos decir que el que esté libre de pecado tire la primera piedra y me incluyo: Hace ya tiempo, cuando llegué a convencerme de que la idea de capital intelectual entendida como forma de cuantificar activos no tangibles no llegaba a ninguna parte, escribí un argumento que creo que sigue siendo válido: Los «activos no tangibles» se basan en buena parte en información y la información tiene una cualidad única: Al mismo tiempo que la damos la retenemos; es decir, no responde al principio contable de la partida doble y esto hace prácticamente imposible su tratamiento mediante modelos contables. Hasta aquí, nada nuevo aunque para algunos todavía parezca serlo; lo que me resultó nuevo es que ese argumento había sido utilizado mucho antes por Niklas Luhmann sin que, en el momento de escribirlo, tuviera la menor noticia acerca de ello.

A partir de ahí, inicié un viaje que continúa y que recomiendo a todo aquél que se quiera introducir por estos vericuetos de a gestión del conocimiento sin limitarse a repetir pasivamente a otros que a su vez repiten a terceros: La búsqueda de un soporte conceptual más allá de la última moda, de la última conferencia, del último software o del último paper y eso significa recuperar los clásicos.

El citado Luhmann me llevaría a Maturana; Maturana y Varela me llevarían a Stafford Beer, Fernando Flores y Terry Winograd. Algún amigo piadoso y más avanzado en este terreno me llevaría a Edgar Morin, a Jurgen Habermas y a Ulrich Beck y, por mi cuenta, acabaría también aterrizando en Bertrand Russell, Daniel Dennet, W. Daniel Hillis, John Searle, Douglas Hofstadter y algunos otros. Estoy seguro de que muchos profesionales e incluso investigadores serios en gestión de conocimiento no conocen a la mayoría de ellos. Para ellos, un solo comentario que puede servir de pista: Si tuviera que cambiar a cualquiera de ellos por un autor respetado en la disciplina de gestión del conocimiento como es Nonaka, la decisión estaría clara: No lo haría.

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